El mundo empresarial necesita líderes. Abandonada en su gran mayoría la gestión vertical y rígida de las empresas, el liderazgo se presenta como la mejor opción para conducir equipos hasta el éxito. Si bien es cierto que el verdadero líder se aleja completamente de las posiciones de poder, ya que no ordena, sino que influye, la nueva forma de trabajar, con equipos que llevan adelante proyectos, hace que las organizaciones necesiten que en sus mandos confluyan las habilidades de un buen líder con los conocimientos técnicos y profesionales de un directivo. Se trata de conseguir desarrollar al máximo el potencial de los equipos a través de la motivación y la escucha, abandonando las directrices cerradas y autoritarias que cada día demuestran más su ineficacia.
La figura de un buen líder ayuda a mejorar el rendimiento de la empresa al crear un ambiente de trabajo en el que los empleados se encuentran motivados, lo que a su vez disminuye el absentismo laboral y aumenta la productividad. Por otra parte, un trabajador que se siente escuchado se compromete más con su labor lo que fomenta el sentimiento de pertenencia y la cohesión en los equipos. La labor fundamental del líder es conseguir que los equipos actúen con entusiasmo hacia la consecución de las metas y objetivos fijados por la empresa, y una empresa que alcanza sus objetivos, mejora sus resultados.
Decía Warren Bennis, una de las figuras más importes de la consultoría organizacional, que “liderazgo es la capacidad de transformar una visión en realidad”. Por su parte, Daniel Goleman convertía el liderazgo en un arte al manifestar que “el liderazgo no tiene que ver con el control de los demás, sino con el arte de persuadirles y motivarles para colaborar en la construcción de un objetivo común”. El profesor Fernández Aguado realiza la siguiente definición: “el líder es aquel que consigue que la gente quiera hacer lo que tiene que hacer”.
La mayoría de los estudios realizados coinciden en cuáles son los rasgos imprescindibles que definen un buen líder, más allá de contar con un alto dominio de la inteligencia emocional, actuar con justicia y empatía, y actuar dentro de los límites que la ética impone, los siguientes:
- Rasgos personales.
- Un líder eficaz es consciente de su propia responsabilidad.
- Un líder optimista inspira y motiva en mayor grado a sus equipos.
- Un líder alcanza el éxito cuando se rodea de gente más preparada que él.
- Un líder practica con el ejemplo y es transparente en sus comunicaciones.
- Un líder es altruista y antepone el bienestar general al suyo propio.
- Un líder genera confianza y se gana el respeto de su entorno.
- Un líder practica la humildad y acepta la equivocación como algo natural de lo que se debe aprender.
- Un líder es perseverante, pero también flexible.
- Un líder construye una visión holística que le permita comprender cuál es el momento actual, hacia dónde se debe conducir y qué puede hacer para alcanzar el objetivo.
- En relación con los equipos.
- El líder involucra a su equipo en la construcción del objetivo a alcanzar.
- El líder celebra tanto los pequeños como los grandes logros.
- El líder confía y delega. Curiosamente esta habilidad fomenta la creatividad en los
equipos. - El líder no oculta los problemas y fomenta la búsqueda conjunta de soluciones.
- El líder colabora en el desarrollo del máximo potencial de su equipo.
- El líder exige, pero también escucha.
- El líder fomenta la cooperación y el respeto en el entorno de trabajo para construir relaciones sólidas.
- El líder aviva la curiosidad para el enriquecer el conocimiento.
Las organizaciones pueden fomentar y facilitar el que sus trabajadores adquieran las habilidades y técnicas necesarias que les permitan convertirse en líderes, pero también deben entender que el liderazgo no se impone, sino que la cualidad de líder solamente puede ser otorgada por aquellos a los que se lidera.