El método Kaizen tiene su fundamento en la idea de que la realización organizada y continua de pequeñas acciones acaba por producir grandes efectos. De origen japonés, el nombre proviene de la fusión de dos palabras Kai (cambio) y Zen (mejor), lo que nos lleva a considerar el uso de esta filosofía como un proceso de mejora continua. Es, además, una de las mejores herramientas que existen para vencer la resistencia al cambio ya que evita la reacción de lucha, huida o miedo que toda transformación radical produce, al tiempo que crea nuevas conexiones entre las neuronas de modo que el cerebro no solo no reacciona negativamente, sino que incluso se llega a entusiasmar con el proceso de cambio.
Kaizen tiene su origen en una poderosa afirmación contenida en el Gran libro del tao: “Un viaje de mil millas comienza con un pequeño paso”. Pese a provenir de una antigua filosofía, el método es igual de práctico y efectivo en la actualidad y puede enfocarse de dos maneras: uso de pasos muy pequeños para mejorar un hábito, un proceso o un producto; uso de momentos muy pequeños que inspiren para la creación.
Si bien Kaizen tiene su base en una filosofía oriental, lo cierto es que fue aplicado inicialmente de forma sistemática en Estados Unidos cuando, tras la caída de Francia en manos alemanas en 1940, el país iba a necesitar elevar al máximo su producción de equipamiento militar, no solo para su envío a los aliados, sino para sus propias tropas, una vez que intervinieron en el conflicto mundial.
Era necesario superar la escasez de tiempo y de mano de obra y el Gobierno de Estados Unidos, en un intento de ayudar a sus corporaciones y empresas, creó unos cursos de dirección, TWI Training Within Industry, que buscaban encontrar una mejora continua en lugar de perseguir cambios radicales en los que se invirtieran grandes dosis de innovación. En el curso se instaba a que cada supervisor buscara en su entorno pequeñas cosas que se pudieran mejorar “en las tareas ya existentes y con el equipamiento actual.”
Al finalizar el conflicto bélico, el general MacArthur, al frente de las fuerzas de ocupación de Japón, país que había quedado absolutamente devastado con empresas pobremente organizadas, baja moral de los empleados y prácticas de gestión ineficientes vislumbró la necesidad de mejorar la economía japonesa porque solo una sociedad japonesa fuerte podría ser de utilidad para los intereses de Estados Unidos. Así la Fuerza Aérea comenzó a impartir un curso de formación para empresarios japoneses que se basaba en los principios desarrollados en el TWI. Los japoneses, con una base industrial absolutamente destruida y con escasez de recursos para enfrentarse a una reorganización profunda de su tejido productivo, fueron
extraordinariamente receptivos a la filosofía de los pequeños pasos en la que, el único gran recurso del que disponían, los trabajadores, se convertía en el gran motor del cambio.
El crecimiento de Japón gracias a los “pequeños pasos” alcanzó tal nivel de aceptación que fueron los japoneses quienes finalmente darían nombre al método que los había llevado al éxito: Kaizen.
Cinco “pequeñas herramientas” ponen en funcionamiento el sistema: hacer preguntas pequeñas que inspiren a la creatividad, aclarar dudas y eliminar temores; tener pensamientos pequeños que desarrollen nuevas habilidades y construyan hábitos positivos; realizar acciones pequeñas que garanticen el éxito; resolver problemas pequeños, nada más detectarlos y de uno en uno, incluso aunque la crisis que haya que superar sea abrumadora; prestar atención para reconocer aquellos pequeños momentos que pueden ser cruciales pero que generalmente pasan desapercibidos.
Puesta en funcionamiento la maquinaria del método Kaizen, más allá de trabajar para alcanzar un objetivo concreto, se convierte en un proceso de mejora continua que nunca tiene fin.