Tan importante como conocer cuáles son las fortalezas y debilidades que presenta un equipo de trabajo en su conjunto, las primeras para potenciarlas al máximo, las segundas para gestionarlas de la mejora manera posible, es conocer si cada miembro ocupa el lugar en el que su aportación al bien común es mayor.
No hay que olvidar que cualquier equipo está formado por personas y que cada una de ellas cuenta con características, actitudes, aptitudes, habilidades o caracteres, muy diferentes entre sí, incluso opuestos a los de sus compañeros. Entonces, si cada todos los equipos están compuestos por individuos únicos e irrepetibles ¿por qué unos equipos tienen éxito y otros fracasan?
Esta es la gran pregunta que le planteó el equipo directivo de la Henley Business School al Dr. Meredith Belbin quien, tras más de diez años de investigación, publicó en 1981 la Teoría de Roles de Equipo Belbin. La teoría se desarrolló en base a atributos comunes de comportamiento detectados a través de juegos de simulación que contenían las variables principales que caracterizan los problemas que se presentan cuando se toman decisiones en un entorno empresarial.
De acuerdo con esta teoría existen tres grandes grupos que roles de equipo que a su vez contienen tres tipos diferentes. Para que el equipo pueda alcanzar el éxito es conveniente que los nueve roles propuestos estén presentes, lo que no quiere decir que todos los equipos deban estar compuestos por un número mínimo de nueve integrantes ya que es habitual que una misma persona pueda desempeñar más de un rol.
La labor de los roles sociales o altos es la creación y mantenimiento del equipo como tal y de establecer el contacto con el exterior. Aquí encontramos al coordinador, gran comunicador es quien promueve la toma de decisiones; al cohesionador, persona empática que cuida de que exista un buen clima dentro del equipo y actúa de mediador ante la aparición de cualquier conflicto; y el investigador de recursos, persona generalmente extrovertida y con perfil comercial.
Los roles mentales o medios se ocupan del conocimiento y la creatividad necesarios para llevar adelante las tareas a la vez que proporcionan la visión crítica en la toma de decisiones. Belbin los describe como el cerebro, la persona que aporta las ideas desde su perfil creativo e imaginativo; el especialista, encargado de aportar los conocimientos específicos para llevar adelante una tarea en particular; y el monitor/evaluador, el estratega, el que aporta el punto de vista objetivo sobre la materia a desarrollar.
Y, por último, los roles de acción o bajos, encargados de poner en marcha la maquinaria y hacerla funcionar hasta la finalización del proyecto o tarea encomendada. Hablamos del implementador, personas organizada, eficiente y disciplinada que transforma las ideas en acciones; el impulsor, capaz de trabajar bajo presión, aporta la iniciativa y la proactividad (se recomienda que solo exista uno dentro de cada equipo); y el finalizador, quien conseguirá entregar el producto o servicio en el plazo pactado y con la calidad esperada.
La aplicación de los nueve roles de equipo propuestos por Belbin crean entornos de trabajo equilibrados en los que las personas, al estar más motivadas para alcanzar sus metas mediante el desarrollo de sus fortalezas, son más productivas y por tanto convierten a los equipos en más productivos y a las organizaciones en más exitosas.
Finalmente, más allá de los nuevos roles positivos determinados por Belbin, es necesario conocer la existencia de otros roles cuya actitud negativa dificulta que el equipo pueda desarrollar adecuadamente su trabajo, por lo que habrá que detectarlos y tenerlos también en cuenta. Está el interesado quien, aportando muy poco valor, intenta posicionarse como un excelente trabajador y se interesa más por su propio bienestar que por el común; el terco, personaje muy difícil de gestionar que se empeña siempre en llevar la razón aunque no la tenga; el disperso, que ralentiza el trabajo de los demás, distrae y se distrae con facilidad; el hablador, que todo lo sabe y se empeña en manifestar su opinión a cada paso por lo que interrumpe constantemente a los demás en su labor; o el obstructor que nunca asume nuevas tareas, pero defiende muy bien su posición inmovilista.