Ya sean personales o profesionales, alcanzar objetivos no siempre es una tarea fácil. En líneas generales, cuanto más ambicioso sea el objetivo, mayor será la dedicación y el compromiso que nos demandará, por lo que es conveniente estar preparado tanto a la hora de fijarlo como en el modo de encararlo.
En primer lugar, a la hora de fijar un objetivo, utilizar el concepto SMART puede ser una buena decisión. Cuanto más específico (definición clara, sin ambigüedades), medible (que permita valorar su cumplimiento), alcanzable (lo que no significa que no sea ambicioso), relevante (tiene que motivar para que de verdad atraiga nuestra atención) y en tiempo (con plazos de consecución parcial y total), seamos capaces de establecerlo, mayores serán las oportunidades de alcanzarlo. Todo ello sin perder de vista que solo aquellos objetivos que se encuadren dentro de nuestros principios y valores merecerán nuestro empeño.
Fijado el objetivo, siempre es bueno realizar un viaje al interior de uno mismo para conocer si estamos preparados para encararlo. ¿Contamos con la motivación necesaria para el esfuerzo que hemos de realizar? ¿Estamos dispuestos a realizar ese esfuerzo? ¿Cuáles son nuestras limitaciones? Aparecerán obstáculos y surgirán inconvenientes, ¿sabremos aceptarlos y adaptarnos a las nuevas circunstancias? ¿Disponemos de las herramientas que vamos a necesitar? Se trata de un ejercicio de introspección necesario a nivel personal, pero también imprescindible como grupo cuando es todo un equipo el implicado en el proyecto.
Tener objetivos hacia los que encaminarse en el día a día es el motor que nos pone en movimiento, alcanzarlos es la gasolina que lo alimenta. Esta es la razón por la que es importante ir fijando metas a corto, medio y largo plazo que, siendo menos ambiciosas que el objetivo final, se puedan ir cumpliendo gradualmente. La satisfacción por el trabajo bien realizado y el éxito conseguido no solo se convertirá en un aporte extra de motivación y autoconfianza, sino que permitirá medir en qué momento del proceso se está y si se van cumpliendo los plazos fijados. Y si de lo aprendido mientras se circulaba por ese tramo intermedio se desprende que algo no funciona en el diseño del objetivo, siempre se podrán tomar decisiones que tracen una nueva ruta antes de que aparezca la frustración y la ilusión, siempre necesaria para alcanzar cualquier meta, permanezca intacta.
Muchas de las recomendaciones que existen acerca de cómo alcanzar objetivos son igualmente válidas tanto si se encaran en solitario como en grupo. Tener paciencia es una de ellas. Paciencia con uno mismo, para levantarse tantas veces como sea necesario, paciencia con los compañeros porque es precisamente en los momentos malos donde se forjan los grandes equipos. Compartir el proyecto: si se trabaja en solitario porque refuerza el compromiso con uno mismo, si se trabaja en grupo porque una buena comunicación siempre es esencial. Concretar las ideas en acciones y ponerlas en práctica, porque la procrastinación es la gran enemiga de los objetivos, sobre todo cuando se forma parte de un equipo, porque el no cumplimiento en tiempo de las tareas que nos fueron asignadas puede poner el peligro el
avance de las del resto. No perder el foco. A veces son tantas las ideas y tantas las actividades que queremos llevar adelante que, tanto si el objetivo es individual como si es compartido, tendemos a divagar perdiendo de vista el horizonte al que queremos llegar.
Timothy Gallwey explica en su libro “El juego interior del tenis” que tan importante es para un tenista entrenar un determinado golpe como visualizarse ejecutándolo a la perfección. Permitirse soñar despierto culminando con éxito una misión viene a ser como reprogramar nuestro subconsciente predisponiéndonos a conseguirlo.
Cuando más se disfrute del proceso y más consciente se sea del aprendizaje obtenido, mayores serán los deseos de fijar y cumplir un nuevo objetivo tras culminar con éxito el proceso anterior.