Decía el filósofo francés de finales del siglo XIX y principios del XX, Maurice Blondel, que “el futuro no se prevé, se prepara”. En esto consiste la estrategia empresarial, en preparar el futuro que ha de llegar para, paso a paso, avanzar en el camino que nos llevará a alcanzar el objetivo y, con él, el éxito.
Nos movemos, hoy más que nunca, en un entorno VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo, por sus siglas en inglés). No es una novedad, pero sus características se han agudizado en los últimos tiempos. El mundo gira cada vez más deprisa y lo que antes quedaba obsoleto en un periodo de tiempo más o menos largo, ahora pierde su sentido innovador en cuestión de semanas, días y, a veces, hasta horas. Así, para sobrevivir en el futuro, es necesario trabajar el presente y proyectarlo hacía adelante. Pero, aunque pueda parecer una contradicción y haya que vivir en el día a día, en el mundo empresarial no queda espacio para la improvisación.
Diseñar el futuro pasa por planificar, por crear una estrategia empresarial que, partiendo de la realidad presente, marque los objetivos a cumplir y el camino que se ha de seguir para alcanzarlos. Pero, cuidado, la planificación estratégica de una compañía nunca puede consistir en un documento cerrado, sino que estará vivo y habrá de ser revisado periódicamente.
El análisis y la medición de resultados, previamente fijados temporalmente, serán los encargados de facilitar el espacio y el tiempo necesarios para la reflexión y la toma de nuevas decisiones. Es muy posible que la innovación producida en el período analizado requiera del ajuste de los procesos. Quizá sea necesario incorporar nuevo talento a los equipos o que las herramientas utilizadas provoquen un exceso de tareas rutinarias que hagan disminuir los ratios de eficacia. Todo ello creará una nueva realidad que deberá encontrar su reflejo en un nuevo diseño de la hoja de ruta a seguir.
Planificar y organizar la estrategia son, sin duda, labores de Dirección, pero nunca se ha de olvidar que va a ser necesaria la implicación de toda la organización para conseguir los objetivos. Coordinar, motivar, controlar y delegar son verbos que habrá que conjugar permanentemente y que no siempre se tienen en cuenta, así como comunicar, hacia fuera, pero también, y de manera prioritaria, hacia dentro.
Planificar una estrategia requiere de equipos fuertes, dinámicos y consolidados. En ocasiones, las prioridades y urgencias de cada departamento hacen que los árboles impidan ver el bosque, en un marasmo de opiniones, a veces encontradas, con las que es difícil trabajar y que obstaculizan la toma de decisiones. Es entonces cuando contratar los servicios de empresas especializadas capaces de ver la organización de una manera global, que conozcan las complejidades no solo del sector en el que se encuentra, sino de aquellos otros que forman parte de su cadena de valor, es la manera correcta y eficaz de afrontar los cambios, aportando soluciones ante los problemas y las dificultades que se presentan.
Diseñar el futuro de una compañía es, por tanto, una cuestión de preparación y pasa, inexorablemente, por trazar una adecuada estrategia empresarial.