El término workaholism fue propuesto por el psicólogo americano Ayne E. Oates a finales de la década de los sesenta del pasado siglo. Su origen partió de la comparación de su propia conducta con la adicción al alcohol y definió el término como “una necesidad excesiva e incontrolable de trabajar incesantemente, que afecta a la salud, a la felicidad y a las relaciones de las personas”.
Es importante distinguir entre el profesional comprometido con su trabajo y el adicto. En el primer caso la motivación llega generalmente por el amor a su profesión y la pasión que sienten acerca de su actividad, pero cuando terminan su jornada son capaces de desconectar totalmente lo que les permite un descanso placentero. Además, son individuos que llevan una vida plena y saludable e interactúan con naturalidad con el entorno. En el segundo, el principal problema es que jamás llegan a desconectarse de su actividad laboral lo que les impide conseguir el necesario descanso, eliminando el tiempo libre de sus agendas. De una manera u otra cada vez dedican mayor tiempo al trabajo entrando en una espiral que por lo general
acaba por producir conflictos tanto laborales como personales, además de provocar enfermedades. La concentración en el trabajo los convierte en seres asociales.
Es importante para las empresas detectar tempranamente los problemas de adicción al trabajo que se puedan presentar entre sus colaboradores, ya que pueden tener consecuencias muy negativas para la organización. Hay que entender que el tiempo dedicado a una labor o actividad no significa una mayor productividad, muy al contrario, esta decae a partir de un determinado número de horas de trabajo, lo que además de no aportar nada positivo puede incurrir en el innecesario gasto de tener que abonar horas extraordinarias. La falta de descanso del trabajador irá produciendo paulatinamente un incremento en sus errores y puede provocar accidentes en los que no solo ellos se vean afectados, con el posible aumento de las bajas laborales. Por añadidura, la alteración de su equilibrio emocional posiblemente provoque conflictos en los equipos y quizá la renuncia de compañeros a su puesto de trabajo.
Se estima que en España entre un 10 y un 12 % de la población activa pudiera sufrir de adicción al trabajo, pero es difícil establecer cifras exactas ya que el diagnóstico nunca es inmediato, sino que viene precedido por otra serie de problemas como la fatiga crónica o las depresiones. Sin embargo, existen algunas señales de alarma que pueden ayudar a detectar que se está en camino de una posible adicción:
- Los periodos de descanso se van reduciendo paulatinamente y el ocio se elimina. Ambos se entienden como pérdidas de un tiempo precioso que habría que dedicar a tareas productivas relacionadas con el trabajo.
- La preocupación por la perfección va ganando terrero hasta el punto de que delegar se convierte en una tarea imposible.
- El trabajo es su tema principal de conversación y vuelve a él una y otra vez.
- Es incapaz de decir que no a nuevas tareas. Además, piensa que nadie como él puede llevarlas adelante con éxito.
- Necesita recibir parabienes acerca de su labor para mantener los niveles de autoestima que van decayendo.
- El perfeccionismo excesivo, tanto en su actividad como en la de las personas que les rodean, les impide delegar. El resultado es que asumen una carga de trabajo excesiva que repercute en sus niveles de estrés.
- La comunicación se vuelve complicada y aparecen rasgos de impaciencia e irritabilidad.
- La salud se vez cada vez más deteriorada. No prestan atención a la alimentación y en ocasiones pueden aparecer otras pequeñas adicciones como el tabaco o el alcohol.
Presentar unos altos niveles de estrés y una dedicación intensa frente a un determinado proyecto y por un periodo de tiempo cierto, no es sinónimo de adicción. El problema llega cuando la situación se convierte en una forma de vida.