Desde que el hombre es hombre, el ser humano trata siempre de encontrar la estabilidad en todas las áreas de su vida. Sin embargo, la historia ha demostrado que, por mucho afán que ponga en tratar de predecir el futuro, llega un momento en que el este nos sorprende y se producen determinados acontecimientos que hacen temblar el suelo bajo nuestros pies.
En el año 2007, Nassim Nicholas Taleb pondría nombre a estos sucesos raros y difíciles de predecir al formular la teoría sobre los cisnes negros que recogió en su libro El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable.
Taleb formuló su teoría sobre un hecho sucedido en el siglo XVII cuando un grupo de exploradores, capitaneados por el holandés Willem de Vlamingh, avistó varios cisnes negros en un río desconocido del suroeste de Australia Occidental. Basándose en lo hasta entonces conocido, la ocasión de encontrar un cisne negro era un suceso altamente improbable que, sin embargo, ocurrió.
De acuerdo con la teoría de Taleb, para que un acontecimiento tenga la consideración de cisne negro debe cumplir con tres premisas:
- Ser inesperado. No deben existir evidencias de que pudiera suceder, por lo que no puede se puede prever y, por tanto, es imposible protegerse de él y evitar sus consecuencias.
- Debe producir un gran impacto en la economía, la política o la sociedad, marcando un antes y un después en la historia.
- Su predictibilidad es retrospectiva, es decir, solo es posible encontrar evidencias que expliquen por qué se produjo el suceso y si pudo ser evitado cuando ya ha sucedido.
Los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos son un claro ejemplo de “cisne negro”:
- Fueron totalmente inesperados. Nadie hasta la fecha, ni en las películas o libros más imaginativos de ciencia ficción, había podido imaginar la escena de dos aviones estrellándose contra las Torres Gemelas en pleno centro de Nueva York.
- El suceso produjo un gran impacto mundial a todos los niveles. La fecha, 11 de septiembre, será recordada siempre como el día que cambió la historia del mundo tal y como lo conocíamos.
- Las investigaciones que se realizaron a posteriori, mostraron que existieron datos que podían haber hecho saltar las alarmas de que se estaba preparando un gran atentado y, por tanto, podría haberse evitado.
Con la misma precisión entrarían en la categoría de cisnes negros la Primera Guerra Mundial o la Gripe Española de 1918. La pandemia provocada por el COVID-19 podría considerarse uno de ellos, pero su inclusión en la lista de cisnes negros no cuenta con unanimidad ya que existía una cierta alerta acerca de la posibilidad de que se pudiera producir una pandemia.
Surge entonces la duda: si un cisne negro puede cambiar el rumbo de la economía, de la política o de la sociedad de manera imprevista en cuestión de instantes ¿por qué debemos continuar planificando? La respuesta es sencilla: planificar proporciona a las organizaciones las herramientas necesarias para resistir y recuperarse con fuerza ante la llegada de una crisis.
Una de las características de los cisnes negros es que permiten estudiar las causas que los produjeron, aunque sea a posteriori, y esta información facilita la creación de nuevos protocolos y procedimientos eficaces frente a situaciones de emergencia, lo que reduce su impacto.
Planificar promueve la innovación y la creatividad en las organizaciones. Una buena planificación permite diseñar estrategias de respuesta ágiles que faciliten la toma de decisiones rápidas y eficientes ante momentos de crisis. Ciertamente, no es posible evitar la aparición de cisnes negros, pero planificar continúa siendo una herramienta esencial para enfrentar la incertidumbre que permite a las organizaciones ser proactivos y fortalecerse frente a la aparición de una posible adversidad.