Una buena comunicación se convierte en la fuerza motriz de cualquier equipo, consigue aumentar la calidad de los proyectos al facilitar las relaciones de quienes forman parte de él y, como consecuencia, incrementa la satisfacción de los clientes.
A veces, conseguir que aquello que queremos comunicar llegue con eficacia a nuestro destinatario se convierte en una ardua tarea. En muchas ocasiones, nos vamos convencidos de que el mensaje ha llegado claro y se ha comprendido y, tristemente, después comprobamos que no es así por lo que, en realidad, no ha habido comunicación. Y no la ha habido porque comunicar no se trata solo de trasladar una información desde un emisor hasta un receptor, sino que se trata de un juego en el que los papeles de emisor y receptor se intercambian continuamente.
Una buena comunicación es clave para crear y consolidar equipos y, casi como en cualquier actividad, un buen comienzo construirá bases sólidas para el desarrollo futuro. Establecer las líneas maestras por las que discurrirá la comunicación desde la creación del grupo es siempre una buena decisión. Si cada miembro del grupo conoce exactamente qué debe hacer y cuándo, sin necesidades de mayores explicaciones, se fomenta el compromiso y la eficacia, pero también la iniciativa.
Pero, ¿qué se puede hacer para mantener una buena comunicación? Existen algunos sencillos trucos, fáciles de implementar. El primero pasa por conseguir que los integrantes del equipo se sientan libres para comunicar cualquier cosa que consideren importante, pero también es interesante establecer los canales por los que ha de realizarse. El líder debe conocer a fondo a su equipo y la comunicación, que debe circular en ambos sentidos, no debe quedar solo en el ámbito formal sino discurrir también en el informal. Un café, una charla, un interesarse por la familia o por el fin de semana, entre todos los integrantes del equipo, incluido el líder, debe formar parte del tiempo dedicado al proyecto. Es importante también, que se realice una buena bienvenida a bordo cuando un nuevo componente llegue a un equipo ya consolidado. Esta práctica cuenta con dos ventajas: el proceso de integración será más sencillo y rápido, mientras que el equipo apenas sentirá que se ha producido una nueva incorporación.
Las reuniones suelen ser una de las situaciones que más conflictos provoca. Por ello, es conveniente que la agenda esté bien definida y que contemple tiempo para que cada participante tenga oportunidad de expresar sus opiniones. Es importante que la figura del moderador no caiga en el olvido, no solo para asegurar que esta participación sea real, sino que será el encargado de controlar los tiempos, incluido el de finalización de la reunión. También es imprescindible fomentar la escucha activa entre los participantes para que el diálogo sea realmente productivo. Una diversidad de opiniones bien gestionada permite crear
sinergias y nuevas formas de trabajar, incluso cuando se ponen en evidencia debilidades o errores.
Existen otros aspectos que también se deberían tener en cuenta como practicar la asertividad, en su más amplio sentido, o cuidar la inevitable comunicación no verbal. Aquí no solo se trata de nuestra apariencia o gestos, sino también del tono, la intensidad o el volumen que imprimimos a nuestra voz. No hay que olvidad que en comunicación es casi más importante el cómo se emite el mensaje, que el mensaje en sí mismo. Las críticas serán positivas y se emitirán desde la honestidad, la humildad y el respeto, con el ánimo de construir un mejor equipo. Los conflictos han de resolverse a la mayor brevedad posible porque un pequeño desencuentro, en apariencia intrascendente, puede transformarse en un gran problema.
La comunicación es esa herramienta mágica que consigue que en un equipo se produzca la transición de los “yo” al “nosotros” y, por tanto, al éxito.